Reto literario. Hoy vuelvo a participar en #mireinoporunapluma, y para ello cojo el tren en marcha que dejó sin conductor @manodemithril y continúo con el relato en el punto donde se quedó
…hay algo que se arrastra hacia mí, aprovechando las sombras de la noche? Veo la carne tomando formas imposibles y grotescas, mis compañeros chillando y siendo atraídos hacia esa masa amorfa que crece y crece. Ahora la veo a la luz de los fuegos: es enorme, un montón de carne, bocas dentadas y ojos que fijan su pupila en mí, arrastrándome a la locura y la perdición.
Jesucristo, ¡protégeme! Señor que moriste en la Santa Cruz, ¡no dejes que me lleven!, grito, espoleado por el terror más absoluto.
Aquella cosa, formada por los restos de mis compañeros de viaje, se acerca a mí. Los indígenas están postrados en actitud de adoración, con sus cabezas pegadas al suelo, y una letanía perversa sale de sus gargantas. Un escalofrío me recorre cuando aquella carne húmeda e impía me toca y chillo, hasta desgarrarme la garganta. Y unos pensamientos me llegan, aplastando a mi propia mente: “descendencia, trece generaciones, resurgir, aniquilación”. Y entonces la oscuridad me reclamó.
Dios es misericordioso. Despierto a la mañana siguiente, vivo y libre; yo y mis trece compañeros. Uno de los indígenas, que habla nuestra lengua, nos explica que habíamos comido el hongo de acatualp y acabamos delirando durante días. Ellos nos cuidaron. Decidimos abortar la expedición y volver a tierras bendecidas, a pesar de comprender que todo había sido una pesadilla. Pero entonces, ¿por qué murieron los trece durante los siguientes meses? ¿Y por qué siento esta espeluznante oscuridad dentro de mí, aguardando con infinita paciencia?
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