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revelaciones de un cuervo

Reflexiones, locuras y fantasías de un escritor. Pensamiento, memoria y quizás también algo de sabiduría.

  • Foto del escritorRubén H. Ernand

MICRORRELATO DE ELARANNE: LOS CUATRO SUPERVIVIENTES


 

Escaldyr y unos pocos más oyeron el rugido en mitad de la noche. Fue como si la propia roca hubiese chillado, inmersa en una terrible agonía. Los adultos, incluido el padre de Escaldyr, agitaron la cabeza con pesar cuando se lo contaron y afirmaron que ninguno de los treinta y cinco volverían con vida desde la montaña y que el dragón los había matado a todos.


Al caer la noche del cuarto día, mientras salían de las minas de hierro tras su agotadora jornada, varios hombres vieron las luces en las laderas más bajas del Gigante de Escarcha. Los ancianos de Vhalec enviaron a un grupo de hombres a investigar por si fuesen supervivientes del grupo de locos que había subido a intentar acabar con la bestia. Escaldyr logró que accediesen a que formara parte de aquel grupo y se dirigió junto a ellos, portando antorchas y armados con picos y pesados martillos, hacia las nevadas laderas. A pesar de todo, era consciente de que aquellas armas no les servirían de nada si era Myrkhonos el que bajaba de la montaña.


Escaldyr tenía apenas siete años cuando Myrkhonos había atacado por primera vez, diez años antes. La bestia, casi tan grande como la torre del homenaje del gran castillo de Vaddar Grond, llegó y asoló el poblado, acabando con la vida de más de la mitad de sus pobladores. Y un año después había vuelto para destruir al propio castillo y a más de un millar de soldados. Después, los ataques, esporádicos pero brutales, se dirigieron hacia lugares más lejanos. Los ancianos tenían miedo que aquella expedición suicida para acabar con él sólo sirviese para provocar la ira del dragón y que Myrkhonos volviese para acabar lo que empezó en Vhalec.


Poco después los encontraron. Eran cuatro, sólo cuatro, de los treinta y cinco. Cuando les preguntaron si lo habían logrado, se miraron entre ellos y permanecieron en un prolongado silencio. Los dos hermanos norvadoreanos, Reygar y Koldgar, guerreros conocidos por su temeridad y vanidad, caminaban con los hombros hundidos. Koldgar había perdido un brazo durante la lucha y Reygar su entereza, pues no dejaba de sollozar. La joven y hermosa riadeim llamada Minedea, que Escaldyr tanto había admirado desde la distancia antes de la partida del grupo, apenas tenía fuerzas ya y tuvo que ser llevada en volandas marcada con un arañazo ensangrentado en la espalda. Su jovialidad había desaparecido y sus ojos grises se desenfocaban y miraban hacia el infinito.


—Despertará y nos matará a todos —susurraba, sobrecogida.


El joven isgario de ojos verdes y dorados, que Escaldyr nunca supo cómo se llamaba, parecía abatido y susurraba algunas palabras, como si hablara solo. Apretaba algo contra el pecho con fuerza. Cuando Escaldyr acudió a ayudarlo vio de lo que se trataba instantes antes de que el joven lo escondiese. Era un enorme colmillo arrancado de raíz.


Y así fue cómo supieron que los cuatro habían conseguido acabar con Myrkhonos y vivir para contarlo. Era una gesta increíble, algo que no había logrado nadie desde los tiempos de los antiquísimos reyes de Bal Aeronis, pero Escaldyr siempre recordaría su expresión y se preguntaría por qué, entonces, parecían tan afligidos y arrepentidos por ello.


***Imagen de RobertCrescenzio - DeviantArt***

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