¡Bienhallados, peregrinos!
De nuevo participo en #mireinoporunapluma y para ello recojo el guante lanzado por @manodemithril y uso sus palabras propuestas (carta, ladrón y sueño) para darle forma a este microrrelato. ¡Espero que os guste!
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El servicio postal no podía asumir la cantidad desproporcionada de cartas que había que repartir ese día. Se contrataron a multitud de niños para repartirlas por la ciudad. A Pierre le endosaron un macuto enorme lleno de misivas. El niño iba leyendo los nombres y llevándolas en su destartalada bicicleta hasta sus destinatarios, esquivando tranvías y ruidosos vehículos. Algunos de los receptores rasgaban los sobres en la misma puerta y las leían. Pierre veía como sus rostros cambiaban y se volvían apáticos, como si una chispa escapase de ellos.
Extrajo carta tras carta, hasta que sólo quedó una al anochecer. Pierre vio la dirección con una mueca de sorpresa y pedaleó hacia ella por unas calles silenciosas y despejadas que lo sumieron en la inquietud. El pequeño entró en su familiar y miserable hogar. Su padre, borracho como siempre, le chilló y lo zarandeó y el niño le tendió los dos francos que le habían pagado para calmarlo. Y después le entregó la carta. Su padre la leyó y su rostro se fue volviendo vacuo. La dejó caer, se sentó en su roñoso sillón y ya nunca se levantó de él.
Pierre cogió la carta y leyó el nombre del remitente. La firmaba alguien que decía ser el Ladrón de Sueños y Ambiciones, y en ella proclamaba que el mundo ahora le pertenecía a una nueva generación de soñadores que no cometerían los mismos errores que sus padres. Pierre se tocó los moretones de las costillas y sonrió.
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¡Que los Tres iluminen vuestro camino!
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