Una casa en un árbol. Cinco metros cuadrados. Un metro para cada miembro de la familia.
–¡Felicidades!– dijo Bern a su hijo. En sus ojos se reflejaba el orgullo y algo más–. Ya eres un hombre de diez años. Tu regalo.
El padre extendió el puño cerrado. Se quedó así unos segundos, con la duda asomada a sus ojos. El niño aguantó la respiración, hasta que los dedos empezaron a moverse.
Una pequeña roca ocupaba un tercio de la palma de su padre. Unos dos centímetros de grosor en la mitad izquierda, al otro lado apenas llegaba a la mitad. Era gris, con motitas negras y una franja marrón que la cruzaba de parte a parte. Es decir, era una piedra.
El niño la cogió con timidez, sin saber cómo reaccionar y se la acercó a la nariz.
–¡Pero si huele a...!
¡Bienhallados, peregrinos!
Esta es mi participación en #mireinoporunapluma, continuando el relato empezado por @manodemithril (el relato de arriba). Como siempre espero que os guste.
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—¡Huele a estiércol! —exclamó el niño y dejó caer la piedra.
Su padre, horrorizado, la recogió con presteza. La volvió a depositar en la palma de su mano y miró a su hijo con una expresión que intentaba ser paciente.
—No puedes tratarla así. Sabes la responsabilidad que tienes. Si ya te hubieses vinculado con ella…
El niño bajó la cabeza, avergonzado.
—Pero el olor…
Su padre suspiró.
—El ganthú que la había digerido acababa de… expulsarla. No es fácil encontrarlas, así que no te pongas remilgoso, hijo. Es un gran honor recibirla el mismo día de tu décimo cumpleaños. Tu hermana Krina no la recibió hasta los catorce.
Krina le dirigió una mirada malévola al pequeño mientras le mostraba su propia piedra, que relucía con un resplandor azulado.
—Sí, pero en la mía los hachi no huelen a mierda, como olerán los tuyos.
—¡Krina! —la reprendió su padre—. No le hagas caso. Ahora cumple con tu responsabilidad.
El niño levantó la piedra a la altura de los ojos, concentrado. Un resplandor marrón comenzó a circundar la piedra según la franja de ese color se iba disolviendo. La imagen de montañas, ríos y mares asaltaron la mente del pequeño. Y vio a los hachi surgir de la nada, nacidos de su voluntad, poblando un nuevo mundo que cabía en la palma de su mano.
Y entonces se preguntó si en algún lugar, otro niño estaba observando al bosque donde él y su familia tenían su pequeño y humilde hogar.
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¡Que los Tres iluminen vuestro camino!
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